
Abbatia Viva Music Collective
'Mahler a Bocairent' / 22 Agosto 2020
Gustav Mahler - Primera Sinfonía (arr. Jaume Santonja)
Notas al programa de Pablo Sanchez Quinteiro
Origen y circunstancias de la composición:
La Primera Sinfonía fue compuesta por el joven Gustav Mahler en los años 1877-78 durante una etapa en la que su carrera de director estaba en ascenso imparable, pero sin embargo su vocación compositora se vio inevitablemente relegada a un segundo plano.
En esos momentos Mahler ocupaba el puesto de director asistente a Artur Nikisch en la Orquesta de Lepizig. Es un período de tranquilidad en lo personal, pues todavía están por llegar circunstancias difíciles como la muerte de sus padres o el suicidio de su hermano Otto.
En lo sentimental es un período intenso pues Mahler vive un intenso romance con Marion von Weber, la esposa del nieto del compositor Carl Maria von Weber, a la cual conoce gracias a su trabajo de recuperación de la partitura incompleta de la ópera Die drei Pintos.
Sin embargo, la sinfonía es una especie de crisol de todas las experiencias vitales, interpretativas y compositivas acumuladas por el joven Mahler a lo largo de toda su vida.
Estreno e impacto de la obra:
Es un tópico tan repetido como inexacto el decir que las sinfonías de Mahler fueron estrenadas y recibidas con el mayor de los rechazos por público y crítica. Por ejemplo, la Segunda, Tercera y Octava fueron recibidas y reinterpretadas con sonoros éxitos. Sin embargo, el estreno de la Primera Sinfonía, que realmente tuvo lugar como poema sinfónico en cinco movimientos titulado Titan, en la ciudad de Budapest, donde Mahler ocupa el papel de director titular, sí fue un estridente fracaso, en el que la crítica se cebó con los aspectos más extravagantes e innovadores de la partitura.
Aunque sin duda influyeron en el fracaso las circunstancias políticas que provocaban en Hungría un rechazo a las manifestaciones culturales y artísticas procedentes de la centralista Austria, era inevitable que la originalidad de la partitura, absolutamente innovadora, provocase un rechazo que se prolongó casi de forma constante a lo largo de la vida del compositor. Fue, sin embargo, debido a sus dimensiones moderadas -en el contexto sinfónico mahleriano- y por una posterior aceptación de su lenguaje todavía decimonónico, la sinfonía de Mahler más interpretada en vida del compositor. De hecho, fue la primera sinfonía del compositor tocada en España, en concreto en Valencia (1909) hecho que por desgracia pasó desapercibido para el mundo musical de la Comunidad valenciana y español en los años del doble aniversario mahleriano (2010-11).
La originalidad de la obra es patente desde su mismísimo arranque en un casi inaudible y prolongado la natural de la cuerda que se ve interrumpido por los cantos de maderas y las llamadas de los metales desde el exterior del escenario. Nadie hasta la fecha había iniciado una sinfonía de una manera tan inusual, alejada del canon sinfónico establecido por Beethoven y que en esa época estaba ejemplarizado en el ciclo sinfónico de Brahms. Basta comparar el inicio de esta obra y de la contemporánea Tercera Sinfonía de Brahms para comprobar como Mahler construye prácticamente de la nada un mundo sinfónico diametralmente opuesto a lo conocido.
La segunda interpretación de la obra tuvo lugar en Hamburgo, en una nueva versión de la partitura y vivió una suerte similar. Las indicaciones programáticas añadidas por Mahler apenas surtieron efecto. A partir de eso momento Mahler toma decisiones más radicales, modificando nuevamente la partitura, eliminando el segundo movimiento, el único lento de la obra, denominado Blumine, y transformando el poema en una partitura aparentemente abstracta ya considerándola como su Primera Sinfonía.
Programa y estructura de la obra:
La obra gira en torno a los aconteceres vitales del protagonista de la novela de Jean Paul, Titán. En la partitura se reflejan diversos episodios de la vida del héroe en un contexto tragicómico que alcanza un carácter dramático en el final. Pero el texto no es más que una excusa para expresar las vivencias y aspiraciones del joven compositor.
El primer movimiento comienza como una Naturlaut "sonidos de la naturaleza", con fanfarrias y llamadas de pájaros. A Mahler le llevó mucho tiempo conseguir que la introducción sonase como él quería; cada efecto está calculado con precisión, teniendo en cuenta no sólo los matices dinámicos más delicados, sino también la colocación de los intérpretes dentro y fuera del escenario. A diferencia del cuco de Beethoven en la Sinfonía Pastoral, canta el intervalo de una cuarta en lugar de una tercera. Tras la introducción los sonidos de la naturaleza devienen en una encantadora y ondulante melodía. Esa melodía, que comienza con la cuarta descendente del cuco, proviene de la segunda de La canciones del camarada errante Ging heut' Morgen übers Feld (“He paseado por los campos esta mañana”). Mahler transforma el Lied haciendo que la música suene continuamente nueva. Tras una introspectiva y dilatada sección que nos transporta al paisaje de la introducción, pero ahora envuelto en una atmósfera más inquietante, la reaparición del tema del camarada errante, se impone a las reticencias de maderas y metales, resurgiendo finalmente de forma exultante. Un nuevo cambio de polaridad, en un movimiento que por sí solo constituye un poema sinfónico, prácticamente resuelto.
Blumine es un breve Andante que comienza y termina con una lírica melodía para la trompeta, acompañada por unas tremolantes cuerdas. La melodía de la trompeta, natural y sencilla, se alterna con una melancólica canción en el oboe. A pesar de su aparente sencillez, cromáticamente se trata de una pieza elaborada y refinada, merecedora de ser interpretada de forma habitual.
El Scherzo vuelve a la bipolaridad del primer movimiento con las dos secciones extremas expansivas y exultantes y un trío melancólico, que en las mejores interpretaciones sobrecoge por su intensísima levedad.
El provocador tercer movimiento es un sorprendente mix de una versión triste y distorsionada de Frère Jacques, una exagerada marcha fúnebre, fragmentos de música de banda de lo más vulgar en la que oboes y trompetas danzan al ritmo del bombo; y como conclusión la etérea música del caminante errante. Por si fuera poco, la primera exposición del Frère Jacques al inicio del movimiento corresponde al contrabajo solista que adquiere en esta sinfonía un protagonismo hasta el momento inusitado en la historia de la música.
El contraste entre la delicada conclusión del movimiento previo y el arranque del Final es en palabras del propio Mahler como un "relámpago estallando en una nube oscura; el grito de un corazón herido". Una vez más se trata de una lucha de extremos; entre una música en busca de la victoria y una efusión lírica de una belleza insondable. La invención melódica de Mahler y su talento explotando al máximo todos los recursos expresivos de la orquesta hacen que este viaje de la luz a la oscuridad se convierta para el oyente y los intérpretes en una experiencia épica. Sin duda Mahler sabe desde los inicios de su carrera como dar respuesta a la perentoria pregunta en el género sinfónica de “el problema del final”.
Versión de cámara: Atractivo y relevancia histórica.
La historia de los arreglos de cámara de las sinfonías de Gustav Mahler se inicia en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. En esa época Arnold Schoenberg decide fundar la Sociedad para Interpretaciones Musicales Privadas (Verein für musikalische Privataufführungen), centrada en la presentación de partituras contemporáneas bajo las máximas exigencias interpretativas. Los limitados medios económicos de la sociedad dificultaban la interpretación de las partituras orquestales bajo su forma original, por lo que éstas eran ofrecidas en arreglos camerísticos especialmente elaborados para la ocasión. Las interpretaciones estaban guiadas por la ausencia de cualquier concesión, tanto hacia al público como hacia a la crítica, por la planificación de un amplio número de ensayos y por la programación repetida de las mismas obras a lo largo de varios conciertos. Obviamente, la indiferencia hacia cualquier tipo de éxito o fracaso era absoluta.
Durante sus tres temporadas activa, la Verein jugó un papel decisivo en la difusión de las creaciones contemporáneas. En total se llevaron a cabo ciento trece conciertos con ciento cincuenta y cuatro obras programadas. Sólo se adaptaron para la Verein dos obras orquestales de Gustav Mahler: Los Lieder eines fahrenden Gesellen arreglados por Arnold Schoenberg y la Cuarta Sinfonía, transcrita por Erwin Stein. Schoenberg comenzó igualmente a trabajar en una transcripción de Das Lied von der Erde, pero nunca llegó a completarla.
Tras el fracaso económico de la Sociedad –debido principalmente a la hiperinflación vienesa-, estos arreglos orquestales, así como la filosofía y los valores que los habían inspirado, cayeron en desuso. Afortunadamente, gracias a la recuperación de la música de Mahler que se inició en los sesenta y se consagró en los ochenta, fue redescubierto el arreglo de Erwin Stein e incluso la versión de Schoenberg de Das lied von der Erde llegó finalmente a ser completada por Reiner Riehn (1983).
En un principio, estas interpretaciones modernas estaban motivadas por razones históricas o prácticas, pero los intérpretes y los musicólogos pronto se dieron cuenta de que los arreglos de cámara iban más allá de esto. Así, por ejemplo, al permitir una realización más transparente de la partitura, le conferían una nueva luz al contrapunto y a la escritura polifónica de la obra. Nunca debe olvidarse que la claridad siempre fue una de las preocupaciones prioritarias del Mahler director de orquesta. Por otra parte, interpretar las sinfonías de Mahler con un ensemble reducido permite darles vida desde una perspectiva mucho más matizada y sutil, típicamente característica del mundo de la música de cámara.
Pero al mismo tiempo, resulta sorprendente comprobar como la naturaleza sinfónica de la obra permanece intacta en estos arreglos. Esto se justifica en parte por el carácter camerístico de muchos pasajes de la partitura original, pero también por la irreducible grandeza y trascendencia de esta música. No hay apenas pérdidas y sin embargo, sí mucho que ganar en estos arreglos, hasta el punto de que estos nos ofrecen una nueva y reveladora perspectiva de la esencia de estas sinfonías.
Pablo Sanchez Quinteiro